lunes, 30 de agosto de 2010
más Sacheri
El autor:
Nació en Buenos Aires en 1967. Es profesor y licenciado en Historia, y ejerce la docencia universitaria y secundaria. Comenzó a escribir cuentos a mediados de la década del noventa. Publicó los relatos de Esperándolo a Tito y otros cuentos de fútbol —editado en España como Los traidores y otros cuentos — (2000), Te conozco, Mendizábal y otros cuentos (2001), Lo raro empezó después, cuentos de fútbol y otros relatos (2004), Un viejo que se pone de pie y otros cuentos (2007), y las novelas La pregunta de sus ojos (publicada originalmente en 2005) y Aráoz y la verdad (Alfaguara, 2008). Algunas de sus narraciones han sido publicadas en medios gráficos de la Argentina, Colombia y España, e incluidas por el Ministerio de Educación de la Nación en sus campañas de estímulo de la lectura.
-Esta es tu primera novela, ¿Por qué esta reedición hecha por Alfaguara? ¿Tiene alguna corrección respecto de la original?
-La primera versión de La pregunta de sus ojos salió por Editorial Galerna en el 2005, lo que ocurre es que Juan José Campanella, el director de cine, la leyó y le gustó mucho y coincidimos en convertirla en un largometraje. En el 2007 escribimos el guión y en el 2008 se inició el rodaje y la Editorial Alfaguara le compró los derechos a Galerna para , con el lanzamiento de la película, relanzar la novela.
Tiene correcciones menores, como ocurre siempre con cualquier cosa que vos escribís cuando la dejás descansar un tiempo y la volvés a leer, aunque te guste y estes conforme, siempre hay algo que dirías distinto. Aunque sean mínimas expresiones, algunas de esas mínimas expresiones hay unas cuántas, pero pequeñas, sustancialmente no.
-Has publicado -sino exagero- casi un centenar de cuentos y dos novelas, ésta y Aráoz y la verdad, ¿Cuál es el terreno en el que te sentís más cómodo?
.Yo empecé escribiendo cuentos, soy licenciado en Historia, no tengo una formación como escritor, creo tenerla como lector y en el terreno en el que me sentí más cómodo para iniciarme fue el de los cuentos. Y así publiqué primero tres libros de cuentos, cuando ya estaban esos tres libros publicados yo sentía que algunas historias que tenía en la cabeza no se adaptaban al formato de cuento, no entraban en un cuento, aunque demoré bastante en animarme a escribir una novela: hay otra cadencia, otro tiempo, tenés que manejar la tensión narrativa de una manera totalmente diferente. En el cuento vos agarras al lector, le tirás algunas cosas, lo metés muy rápidamente al ritmo y lo tirás contra el final, en una novela no. Por eso, recién después de esos tres libros salió La pregunta de sus ojos, después salió un cuarto libro de cuentos y después Aráoz y la verdad que es mi segunda novela y, en este momento, estoy escribiendo una novela, pero cuando te digo en este momento, me refiero a que no es que no piense escribir más cuentos, sino que me surgió esto de pensar historias más largas, más profusas en personajes y por eso, estoy con una novela, lo cual no implica que el año que viene o el otro vuelvo a los cuentos.
-¿Cómo construiste La pregunta de sus ojos y cuánto de tu biografía personal, sobre todo tus años trabajando en la Justicia, hay en el armado de la atmósfera judicial donde se mueven en gran parte los personajes?
-Te contaba que no tenía una formación en letras, pero durante cinco años, recién salido del secundario, trabajé en un Juzgado criminal de acá de Capital Federal, como empleado administrativo pero con esto que tiene la Justicia argentina que hay una gran delegación de funciones, del Juez hacia abajo, hacia los secretarios, de los secretarios a los oficiales y de ahí hasta el último pinche. Entonces, si vos andas con ganas, muy rápidamente te podés meter en el meollo de las cosas, de los procedimientos, de las decisiones y un día de tantos -cuando no tenía ni la menor intención de ser un escritor- surgió una anécdota que tenía que ver con un crimen y, sobre todo, con la liberación de un preso en circunstancias sumamente confusas e irregulares y eso me disparó ciertas ideas sobre la Justicia, la venganza, la retribución, el castigo. Te estoy hablando de hace veinte años. Ahora cuando comencé a convertirme en escritor, esta historia me volvió, me seducía, me interesaba…pero estaba este tema que yo estaba escribiendo cuentos y no había manera que yo abarcara toda esa historia, tal como la había pensado, con cierta cantidad de personajes, con una importante prolongación en el tiempo. No había manera de resolverlo en un cuento, en todo caso lo único que hice en uno de mis libros de cuentos fue tomar una escena de esa historia y convertirla en un cuento, de una historia que tiene veinte años hacer una historia con un día de esa historia.
Después de otro libro de cuentos dije ahora sí. El protagonista de La pregunta de sus ojos, es un empleado judicial, es un tipo grande que se acaba de jubilar, que como muchos otros tipos que se jubilan todavía en una edad productiva y dinámica, se aburre y quiere hacer algo con esa vida. Y se le ocurre contar esta historia, se le ocurre reescribir esta historia y que sea su primera novela, también en esto es un poco autobiográfica: porque a mí me sirvió descargar en Chaparro, el protagonista, muchas de mis propias dudas y de mis propias inseguridades al momento de afrontar una novela, dejárselas a él, por eso él mismo aparece en la novela preguntándose por tiempos verbales, o por voces narradoras o por, que cuento y que no cuento. Eso me aligeró muchísimo, me resolvía, tanto un problema narrativo como un problema formal de construcción. Había cosas que a mi me interesaba contar que mi protagonista no podía saber o, por lo menos, no podía manejar, de hecho, que le iba pasando a él. De ahí que decidí que, cada cierta cantidad de capítulos de la novela que escribe Chaparro, hay otros capítulos, donde un narrador omnisciente cuenta lo que le sucede a Chaparro, es como una novela dentro de una novela: una novela es lo que Chaparro presenció, protagonizó con ese crimen, con esa persecución, con esa investigación judicial y, por fuera de eso, hay una novela de cómo un hombre viejo se transforma a medida que escribe.
-Lo pensaba como una novela a dos voces: la voz de Chaparro y la voz del narrador que cuenta a un viejo que se anima a escribir y que se anima a un montón de cosas, porque también se anima al amor.
-Bueno, es que cuando Chaparro se ponga en movimiento y ponga en movimiento los resortes de la memoria, pone en movimiento toda su vida o vuelve a poner en movimiento su vida. Que creo que es algo que hacemos siempre cuando escribimos y, también, cuando leemos. Por eso te decía antes que tengo más formación como lector que como escritor o creo que escribo como lector: lo que me seduce y lo que me motiva es leer y creo que leer nos moviliza y nos transforma y escribir lo hace en una medida parecida. Por eso él, Chaparro, puesto en escritor, es un tipo que vuelve a moverse, que no está retirado de la vida, sino que precisamente, así como salda cuestiones con su memoria, salda deudas pendientes con una mujer de la que lleva cuarenta años enamorado.
-Alguien decía que un escritor antes de escribir tiene que ser un buen lector.
-Yo no se quién lo decía pero coincido. Esos tipos que dicen, yo leo muy poco porque estoy muy concentrado escribiendo, no sé…
-Cuando preparaba esta charla releía algunos cuentos tuyos y hay uno que me permitió trazar un paralelo con el personaje de Chaparro. Es el de López, ese defensor que por primera vez llega al área contraria: son dos tipos que se animan. Chaparro también se anima a cruzar al otro lado.
-Es cierto. Creo que muchas de mis historias, aún involuntariamente, se cargan de una cuestión de redención, creo que mis personajes buscan redimirse con frecuencia. Si nos apartamos un poco del tema, en Aráoz y la verdad, en ese personaje tan derrotado yo intenté de alejarme de esa suerte de tic que tengo, tiendo a que mis personajes se redimen a través de ciertos actos, pagan viejas culpas, corrigen viejos errores, o viejos miedos o viejas taras.
-Esta novela tiene, como creo tiene tu obra, obsesiones (si se permite este término) con los valores de verdad, justicia, memoria, solidaridad.
-Sí, me parece que sí, no es algo que busque voluntariamente pero, por eso, vuelvo a esto de si bien yo no me identifico con tal o cuál personaje mío, sí creo que estoy regado de mucho de mis personajes. Creo que la literatura tiene una función de reparación, de crear un mundo más parecido al que uno le gustaría que existiese, entonces sin caer en el cuento de hadas o en el discurso políticamente correcto, siento que la literatura es una oportunidad de redención también, para quiénes escribimos o leemos y que se pongan en juego valores importantes me resulta inevitable.
-¿Cómo contarías el tema de La pregunta de sus ojos?
-Creo que es una novela judicial. Y una novela de amor, en ese orden. ¿Por qué digo judicial? Porque a lo mejor, hasta la sonoridad de la palabra te suena y decís quiso decir policial y en realidad tiene un costado policial, en esto de un crimen, un culpable, una búsqueda, un hallazgo. Pero está pensada no como una investigación de un Señor de sombrero y Perramus, al viejo estilo de las novelas de antes, ni hay policías de por medio, sino en un segundo plano muy claro. Y el mundo en que vive esa historia, es el mundo de un Juzgado, que es como en aquellos tiempos, la novela está y los hechos que se cuentan tienen que ver con la Argentina de los primeros años setenta. En esa época, la institución que se encargaba de las investigaciones era la Justicia, no la Policía. Nosotros tenemos un sistema muy judicial más que policial, la Policía tiene un margen de autonomía muy escaso y todavía más en aquella época, por eso la defino como una novela judicial, pero no sólo por esta cuestión sino porque, si bien hay una búsqueda de un culpable, hay una identificación de un culpable, eso queda resuelto a la mitad de la novela, no es que estás hasta el final esperando quién la mató, adelantamos que hay una nuerta, no, muy rápidamente vos sabés quién la mato y, decís bueno encontramos quién la mató entonces el resto de la novela lo estarán buscando y no, porque lo hallan relativamente rápido y de manera bastante accidental, cosa imperdonable para un policial, porque en un policial la pesquisa tiene que dar como resultado la detención, sin embargo aquí la cosa viene por otro lado. Quise evitar los cliches, de esa suerte de infalibilidad de los investigadores y eso tiene que ver con lo que me tocó ver en la Justicia: las causas que llegaban a resolverse, era una cuestión de azar, de casualidad, de imponderables, en un mar de cosas que no se resolvían nunca. Por eso digo que no es un policial clásico, pero sí es una historia policial, porque hallado el culpable, creo que se abre todo un segundo momento de la novela que tiene que ver con el castigo y cuál es el castigo. Me parece que esa es la gran pregunta que algún personaje se formula, casi a nuestras espaldas, o mejor dicho, silenciosamente ante nuestros ojos y, en todo caso, ese es el enigma que se resuelve sobre le final de la historia: como castigar eso, como castigar esa atrocidad.
-¿Qué hacer frente a eso?
-Que hacer frente a eso, frente a una realidad que termina marchando hacia otro lado, osea, una realidad que parece impedir una resolución justa. Hay un personaje que adopta una solución, y dijo una, tampoco es que yo me case con lo que ese personaje, Morales el viudo de la víctima, termina haciendo. Pero creo que viene por ese lado, es una historia que habla de búsqueda y de castigo.
Y respecto de la historia de amor, creo que hay varios amores que se cruzan en la historia: está la devoción del viudo por su mujer muerta, está el amor enfermo y obsesivo del criminal y está el amor callado, cobarde, temeroso zigzagueante, de Chaparro, el investigador, por esa mujer que se cruzó en la Justicia durante toda su vida.
-¿Y también está el amor por las profesiones? Hay fuertes vocaciones en muchos personajes.
-Está planteado desde la excepción, tanto el policía que le da una mano que es Baez, como este oficial primero, que es un cargo relativamente importante en un Juzgado, que es Chaparro, como Sandoval, que es su amigo en el Juzgado, son también la excepción, en el contexto en que se mueven.
Hace un tiempo recibí un correo electrónico de un Comisario, muy muy enojado, que ofendidísimo, me comentaba que nunca más me iba a leer porque yo dejaba muy mal parada a la Policía Federal. Aparte de mi respuesta respecto de que no me fuera a leer más, le comenté que hay de los dos y esa es una lectura personal, de una realidad argentina más grande. Me parece que hay gente piola, relegada y probablemente en ámbitos donde la mayoría no seamos muy piolas, ni muy dedicados. Más que piolas diría, tal vez somos demasiado piolas y muy poco dedicados y solidarios, entonces mis personajes en esta novela, como vos decís, aman sus profesiones y buscan vencer la inercia de esos sistemas donde la mayoría no hacen lo mismo.
-Es cierto que son excepcionalidades, pero me seducía la idea de desafiar la postura más sencilla de decir la Policía no sirve para nada, en la Justicia son todos una porquería…
-Por eso te decía, así como evitar investigadores infalibles, evitar otras cosas, porque hay gente piola y yo la veía trabajar en la Justicia.
-Y en medio la burocracia y la lucha para romper ese esquema.
-De trabajar ahí, el sistema judicial tiene como una raíz colonial. Esta cosa del Imperio Español de que lo que no está escrito no sirve y lo que no está firmado no vale. Una de las primeras cosas que me llamó atención de trabajar en un Juzgado, tené en cuenta que hace ya unos cuántos años se ha reformado el sistema y parte de los Juicios son orales, los juicios son escritos en un primer momento pero toda la parte del juicio propiamente dicho es oral. En esa época todo era escrito, absolutamente todo, desde la primera denuncia hasta el último detalle de la sentencia y en el medio todo. Era una suma de papeles descomunal y con un formulismo enormemente riguroso donde no era que vos podés llevarle al Juez un papel que dijera vamos a citar testigos, no: Visto que tal cosa y la de más allá…de una ampulosidad. Y las causas terminan siendo eso, por eso en algún momento el personaje se mete al archivo y exhuma esos expedientes, donde una vez que te pones a ver esos dos expedientes advertís que hay una vida o una muerte detrás de eso.
-En este texto no está presente el fútbol, ¿Cómo fue ese trabajo?
-En realidad de mis cuentos, yo tendré publicados unos setenta, menos de lo que dijiste, y poco más de la mitad son cuentos futboleros. Pero no sólo te queda a vos esa sensación, a mucha gente le queda Sacheri escribe de fútbol, porque hay una cuestión etiquetar, a lo mejor lo que más hemos leído, lo que más conocemos, o lo que mas difusión tienen o es lo que más libro venden. De hecho, mis textos conocidos, sobre todo a través del programa de Alejandro Apo en Continental, han sido los cuentos de fútbol y es una vertiente de la cual yo no puedo renegar, porque es algo que me gusta, me da placer y es algo que me hace vender libros, con lo cual sería muy ingrato…pero es cierto que he escrito de todo un poco.
Sacher igual fútbol a mi me resulta empobrecedor, si vos me decís Sacheri, historias comunes y corrientes en un horizonte suburbano, te digo sí, porque todos mis personajes son así. Ese el mundo en el cual yo me siento cómodo para moverme, y sin duda, ese tipo de personajes juega al fútbol o mira fútbol o habla de fútbol, pero también se enamoran, comenten crímenes, traicionan gente, tienen esperanzas, sueños, se mueren. Por eso digo, todo este otro costado de mi narrativa me parece que como siempre tengo que decir, ojo que también está esto. En Lo raro empezó después, que es mi tercer libro de cuentos, hay quince cuentos de fútbol pero hay diez que no lo son. Hay una atmósfera que los tiende a integrar y en mis otras historias también, osea este tipo de personajes voluntariamente no hablan de fútbol, porque yo tampoco quería, sin embargo en la película vas a ver una escena de fútbol, porque Campanella me dijo "che, Sacheri pone algo de fútbol".
Entrevista realizada por Matías Méndez en Buenos Aires en julio de 2009.
Se permite la reproducción total o parcial del material de www.cuentomilibro.com siempre y cuando se mencione la fuente
Nació en Buenos Aires en 1967. Es profesor y licenciado en Historia, y ejerce la docencia universitaria y secundaria. Comenzó a escribir cuentos a mediados de la década del noventa. Publicó los relatos de Esperándolo a Tito y otros cuentos de fútbol —editado en España como Los traidores y otros cuentos — (2000), Te conozco, Mendizábal y otros cuentos (2001), Lo raro empezó después, cuentos de fútbol y otros relatos (2004), Un viejo que se pone de pie y otros cuentos (2007), y las novelas La pregunta de sus ojos (publicada originalmente en 2005) y Aráoz y la verdad (Alfaguara, 2008). Algunas de sus narraciones han sido publicadas en medios gráficos de la Argentina, Colombia y España, e incluidas por el Ministerio de Educación de la Nación en sus campañas de estímulo de la lectura.
-Esta es tu primera novela, ¿Por qué esta reedición hecha por Alfaguara? ¿Tiene alguna corrección respecto de la original?
-La primera versión de La pregunta de sus ojos salió por Editorial Galerna en el 2005, lo que ocurre es que Juan José Campanella, el director de cine, la leyó y le gustó mucho y coincidimos en convertirla en un largometraje. En el 2007 escribimos el guión y en el 2008 se inició el rodaje y la Editorial Alfaguara le compró los derechos a Galerna para , con el lanzamiento de la película, relanzar la novela.
Tiene correcciones menores, como ocurre siempre con cualquier cosa que vos escribís cuando la dejás descansar un tiempo y la volvés a leer, aunque te guste y estes conforme, siempre hay algo que dirías distinto. Aunque sean mínimas expresiones, algunas de esas mínimas expresiones hay unas cuántas, pero pequeñas, sustancialmente no.
-Has publicado -sino exagero- casi un centenar de cuentos y dos novelas, ésta y Aráoz y la verdad, ¿Cuál es el terreno en el que te sentís más cómodo?
.Yo empecé escribiendo cuentos, soy licenciado en Historia, no tengo una formación como escritor, creo tenerla como lector y en el terreno en el que me sentí más cómodo para iniciarme fue el de los cuentos. Y así publiqué primero tres libros de cuentos, cuando ya estaban esos tres libros publicados yo sentía que algunas historias que tenía en la cabeza no se adaptaban al formato de cuento, no entraban en un cuento, aunque demoré bastante en animarme a escribir una novela: hay otra cadencia, otro tiempo, tenés que manejar la tensión narrativa de una manera totalmente diferente. En el cuento vos agarras al lector, le tirás algunas cosas, lo metés muy rápidamente al ritmo y lo tirás contra el final, en una novela no. Por eso, recién después de esos tres libros salió La pregunta de sus ojos, después salió un cuarto libro de cuentos y después Aráoz y la verdad que es mi segunda novela y, en este momento, estoy escribiendo una novela, pero cuando te digo en este momento, me refiero a que no es que no piense escribir más cuentos, sino que me surgió esto de pensar historias más largas, más profusas en personajes y por eso, estoy con una novela, lo cual no implica que el año que viene o el otro vuelvo a los cuentos.
-¿Cómo construiste La pregunta de sus ojos y cuánto de tu biografía personal, sobre todo tus años trabajando en la Justicia, hay en el armado de la atmósfera judicial donde se mueven en gran parte los personajes?
-Te contaba que no tenía una formación en letras, pero durante cinco años, recién salido del secundario, trabajé en un Juzgado criminal de acá de Capital Federal, como empleado administrativo pero con esto que tiene la Justicia argentina que hay una gran delegación de funciones, del Juez hacia abajo, hacia los secretarios, de los secretarios a los oficiales y de ahí hasta el último pinche. Entonces, si vos andas con ganas, muy rápidamente te podés meter en el meollo de las cosas, de los procedimientos, de las decisiones y un día de tantos -cuando no tenía ni la menor intención de ser un escritor- surgió una anécdota que tenía que ver con un crimen y, sobre todo, con la liberación de un preso en circunstancias sumamente confusas e irregulares y eso me disparó ciertas ideas sobre la Justicia, la venganza, la retribución, el castigo. Te estoy hablando de hace veinte años. Ahora cuando comencé a convertirme en escritor, esta historia me volvió, me seducía, me interesaba…pero estaba este tema que yo estaba escribiendo cuentos y no había manera que yo abarcara toda esa historia, tal como la había pensado, con cierta cantidad de personajes, con una importante prolongación en el tiempo. No había manera de resolverlo en un cuento, en todo caso lo único que hice en uno de mis libros de cuentos fue tomar una escena de esa historia y convertirla en un cuento, de una historia que tiene veinte años hacer una historia con un día de esa historia.
Después de otro libro de cuentos dije ahora sí. El protagonista de La pregunta de sus ojos, es un empleado judicial, es un tipo grande que se acaba de jubilar, que como muchos otros tipos que se jubilan todavía en una edad productiva y dinámica, se aburre y quiere hacer algo con esa vida. Y se le ocurre contar esta historia, se le ocurre reescribir esta historia y que sea su primera novela, también en esto es un poco autobiográfica: porque a mí me sirvió descargar en Chaparro, el protagonista, muchas de mis propias dudas y de mis propias inseguridades al momento de afrontar una novela, dejárselas a él, por eso él mismo aparece en la novela preguntándose por tiempos verbales, o por voces narradoras o por, que cuento y que no cuento. Eso me aligeró muchísimo, me resolvía, tanto un problema narrativo como un problema formal de construcción. Había cosas que a mi me interesaba contar que mi protagonista no podía saber o, por lo menos, no podía manejar, de hecho, que le iba pasando a él. De ahí que decidí que, cada cierta cantidad de capítulos de la novela que escribe Chaparro, hay otros capítulos, donde un narrador omnisciente cuenta lo que le sucede a Chaparro, es como una novela dentro de una novela: una novela es lo que Chaparro presenció, protagonizó con ese crimen, con esa persecución, con esa investigación judicial y, por fuera de eso, hay una novela de cómo un hombre viejo se transforma a medida que escribe.
-Lo pensaba como una novela a dos voces: la voz de Chaparro y la voz del narrador que cuenta a un viejo que se anima a escribir y que se anima a un montón de cosas, porque también se anima al amor.
-Bueno, es que cuando Chaparro se ponga en movimiento y ponga en movimiento los resortes de la memoria, pone en movimiento toda su vida o vuelve a poner en movimiento su vida. Que creo que es algo que hacemos siempre cuando escribimos y, también, cuando leemos. Por eso te decía antes que tengo más formación como lector que como escritor o creo que escribo como lector: lo que me seduce y lo que me motiva es leer y creo que leer nos moviliza y nos transforma y escribir lo hace en una medida parecida. Por eso él, Chaparro, puesto en escritor, es un tipo que vuelve a moverse, que no está retirado de la vida, sino que precisamente, así como salda cuestiones con su memoria, salda deudas pendientes con una mujer de la que lleva cuarenta años enamorado.
-Alguien decía que un escritor antes de escribir tiene que ser un buen lector.
-Yo no se quién lo decía pero coincido. Esos tipos que dicen, yo leo muy poco porque estoy muy concentrado escribiendo, no sé…
-Cuando preparaba esta charla releía algunos cuentos tuyos y hay uno que me permitió trazar un paralelo con el personaje de Chaparro. Es el de López, ese defensor que por primera vez llega al área contraria: son dos tipos que se animan. Chaparro también se anima a cruzar al otro lado.
-Es cierto. Creo que muchas de mis historias, aún involuntariamente, se cargan de una cuestión de redención, creo que mis personajes buscan redimirse con frecuencia. Si nos apartamos un poco del tema, en Aráoz y la verdad, en ese personaje tan derrotado yo intenté de alejarme de esa suerte de tic que tengo, tiendo a que mis personajes se redimen a través de ciertos actos, pagan viejas culpas, corrigen viejos errores, o viejos miedos o viejas taras.
-Esta novela tiene, como creo tiene tu obra, obsesiones (si se permite este término) con los valores de verdad, justicia, memoria, solidaridad.
-Sí, me parece que sí, no es algo que busque voluntariamente pero, por eso, vuelvo a esto de si bien yo no me identifico con tal o cuál personaje mío, sí creo que estoy regado de mucho de mis personajes. Creo que la literatura tiene una función de reparación, de crear un mundo más parecido al que uno le gustaría que existiese, entonces sin caer en el cuento de hadas o en el discurso políticamente correcto, siento que la literatura es una oportunidad de redención también, para quiénes escribimos o leemos y que se pongan en juego valores importantes me resulta inevitable.
-¿Cómo contarías el tema de La pregunta de sus ojos?
-Creo que es una novela judicial. Y una novela de amor, en ese orden. ¿Por qué digo judicial? Porque a lo mejor, hasta la sonoridad de la palabra te suena y decís quiso decir policial y en realidad tiene un costado policial, en esto de un crimen, un culpable, una búsqueda, un hallazgo. Pero está pensada no como una investigación de un Señor de sombrero y Perramus, al viejo estilo de las novelas de antes, ni hay policías de por medio, sino en un segundo plano muy claro. Y el mundo en que vive esa historia, es el mundo de un Juzgado, que es como en aquellos tiempos, la novela está y los hechos que se cuentan tienen que ver con la Argentina de los primeros años setenta. En esa época, la institución que se encargaba de las investigaciones era la Justicia, no la Policía. Nosotros tenemos un sistema muy judicial más que policial, la Policía tiene un margen de autonomía muy escaso y todavía más en aquella época, por eso la defino como una novela judicial, pero no sólo por esta cuestión sino porque, si bien hay una búsqueda de un culpable, hay una identificación de un culpable, eso queda resuelto a la mitad de la novela, no es que estás hasta el final esperando quién la mató, adelantamos que hay una nuerta, no, muy rápidamente vos sabés quién la mato y, decís bueno encontramos quién la mató entonces el resto de la novela lo estarán buscando y no, porque lo hallan relativamente rápido y de manera bastante accidental, cosa imperdonable para un policial, porque en un policial la pesquisa tiene que dar como resultado la detención, sin embargo aquí la cosa viene por otro lado. Quise evitar los cliches, de esa suerte de infalibilidad de los investigadores y eso tiene que ver con lo que me tocó ver en la Justicia: las causas que llegaban a resolverse, era una cuestión de azar, de casualidad, de imponderables, en un mar de cosas que no se resolvían nunca. Por eso digo que no es un policial clásico, pero sí es una historia policial, porque hallado el culpable, creo que se abre todo un segundo momento de la novela que tiene que ver con el castigo y cuál es el castigo. Me parece que esa es la gran pregunta que algún personaje se formula, casi a nuestras espaldas, o mejor dicho, silenciosamente ante nuestros ojos y, en todo caso, ese es el enigma que se resuelve sobre le final de la historia: como castigar eso, como castigar esa atrocidad.
-¿Qué hacer frente a eso?
-Que hacer frente a eso, frente a una realidad que termina marchando hacia otro lado, osea, una realidad que parece impedir una resolución justa. Hay un personaje que adopta una solución, y dijo una, tampoco es que yo me case con lo que ese personaje, Morales el viudo de la víctima, termina haciendo. Pero creo que viene por ese lado, es una historia que habla de búsqueda y de castigo.
Y respecto de la historia de amor, creo que hay varios amores que se cruzan en la historia: está la devoción del viudo por su mujer muerta, está el amor enfermo y obsesivo del criminal y está el amor callado, cobarde, temeroso zigzagueante, de Chaparro, el investigador, por esa mujer que se cruzó en la Justicia durante toda su vida.
-¿Y también está el amor por las profesiones? Hay fuertes vocaciones en muchos personajes.
-Está planteado desde la excepción, tanto el policía que le da una mano que es Baez, como este oficial primero, que es un cargo relativamente importante en un Juzgado, que es Chaparro, como Sandoval, que es su amigo en el Juzgado, son también la excepción, en el contexto en que se mueven.
Hace un tiempo recibí un correo electrónico de un Comisario, muy muy enojado, que ofendidísimo, me comentaba que nunca más me iba a leer porque yo dejaba muy mal parada a la Policía Federal. Aparte de mi respuesta respecto de que no me fuera a leer más, le comenté que hay de los dos y esa es una lectura personal, de una realidad argentina más grande. Me parece que hay gente piola, relegada y probablemente en ámbitos donde la mayoría no seamos muy piolas, ni muy dedicados. Más que piolas diría, tal vez somos demasiado piolas y muy poco dedicados y solidarios, entonces mis personajes en esta novela, como vos decís, aman sus profesiones y buscan vencer la inercia de esos sistemas donde la mayoría no hacen lo mismo.
-Es cierto que son excepcionalidades, pero me seducía la idea de desafiar la postura más sencilla de decir la Policía no sirve para nada, en la Justicia son todos una porquería…
-Por eso te decía, así como evitar investigadores infalibles, evitar otras cosas, porque hay gente piola y yo la veía trabajar en la Justicia.
-Y en medio la burocracia y la lucha para romper ese esquema.
-De trabajar ahí, el sistema judicial tiene como una raíz colonial. Esta cosa del Imperio Español de que lo que no está escrito no sirve y lo que no está firmado no vale. Una de las primeras cosas que me llamó atención de trabajar en un Juzgado, tené en cuenta que hace ya unos cuántos años se ha reformado el sistema y parte de los Juicios son orales, los juicios son escritos en un primer momento pero toda la parte del juicio propiamente dicho es oral. En esa época todo era escrito, absolutamente todo, desde la primera denuncia hasta el último detalle de la sentencia y en el medio todo. Era una suma de papeles descomunal y con un formulismo enormemente riguroso donde no era que vos podés llevarle al Juez un papel que dijera vamos a citar testigos, no: Visto que tal cosa y la de más allá…de una ampulosidad. Y las causas terminan siendo eso, por eso en algún momento el personaje se mete al archivo y exhuma esos expedientes, donde una vez que te pones a ver esos dos expedientes advertís que hay una vida o una muerte detrás de eso.
-En este texto no está presente el fútbol, ¿Cómo fue ese trabajo?
-En realidad de mis cuentos, yo tendré publicados unos setenta, menos de lo que dijiste, y poco más de la mitad son cuentos futboleros. Pero no sólo te queda a vos esa sensación, a mucha gente le queda Sacheri escribe de fútbol, porque hay una cuestión etiquetar, a lo mejor lo que más hemos leído, lo que más conocemos, o lo que mas difusión tienen o es lo que más libro venden. De hecho, mis textos conocidos, sobre todo a través del programa de Alejandro Apo en Continental, han sido los cuentos de fútbol y es una vertiente de la cual yo no puedo renegar, porque es algo que me gusta, me da placer y es algo que me hace vender libros, con lo cual sería muy ingrato…pero es cierto que he escrito de todo un poco.
Sacher igual fútbol a mi me resulta empobrecedor, si vos me decís Sacheri, historias comunes y corrientes en un horizonte suburbano, te digo sí, porque todos mis personajes son así. Ese el mundo en el cual yo me siento cómodo para moverme, y sin duda, ese tipo de personajes juega al fútbol o mira fútbol o habla de fútbol, pero también se enamoran, comenten crímenes, traicionan gente, tienen esperanzas, sueños, se mueren. Por eso digo, todo este otro costado de mi narrativa me parece que como siempre tengo que decir, ojo que también está esto. En Lo raro empezó después, que es mi tercer libro de cuentos, hay quince cuentos de fútbol pero hay diez que no lo son. Hay una atmósfera que los tiende a integrar y en mis otras historias también, osea este tipo de personajes voluntariamente no hablan de fútbol, porque yo tampoco quería, sin embargo en la película vas a ver una escena de fútbol, porque Campanella me dijo "che, Sacheri pone algo de fútbol".
Entrevista realizada por Matías Méndez en Buenos Aires en julio de 2009.
Se permite la reproducción total o parcial del material de www.cuentomilibro.com siempre y cuando se mencione la fuente
Viene Sacheri, en nuestra aula YA está
Les dejo algunas cosas sobre Sacheri, para ir leyendo...
http://www.revistaenie.clarin.com/notas/2009/08/18/_-01980156.htm
http://www.myriades1.com/vernotas.php?id=258&lang=es
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/4-11026-2008-08-23.html#formu_mail
http://www.revistaenie.clarin.com/notas/2009/08/18/_-01980156.htm
http://www.myriades1.com/vernotas.php?id=258&lang=es
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/4-11026-2008-08-23.html#formu_mail
miércoles, 16 de junio de 2010
Boquitas pintadas

En ese doble juego, que es el anverso y el reverso de la envidia y de la hipocresía, se delinea la naturaleza de los personajes y la esencia de esta gran novela, de la que Puig en su primera edición decía: "Es un folletín con el cual, sin renunciar a los experimentos estilísticos iniciados en mi primera novela, intento una nueva forma de literatura popular".
Es una novela deliberadamente sentimental, pero también llena de ironía y de influencias joycianas, expresión de la definitiva madurez creativa de Manuel Puig. Sus personajes, perseguidos por un pasado turbio e inmersos en la sordidez de un mundo aparentemente feliz, deambulan por la historia cargando con sus vidas superficiales y sirven al autor de pretexto para elaborar un retrato descarnado de la sociedad argentina.
Me gustó mucho esta novela, en la que el autor se vale de diferentes tipologías textaules como cartas, actas, recortes de diarios, fragmentos de canciones, etc. para crear un argumento llevadero e intrigante que nos muestra con un gran realismo las pasiones humanas en todas sus facetas.
"Cabecitas adoradas que mienten amor
Dan envidia a las estrellas,
Yo no se vivir sin ellas...][
Deliciosas criaturas perfumadas
Quiero el beso de sus boquitas pintadas,
Frágiles muecas del olvido y el placer..."
lunes, 7 de junio de 2010
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